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miércoles, 11 de febrero de 2015

Leff (2006) Complejidad, racionalidad ambiental y Diálogo de saberes

Fotografía de Raúl D.C.
La crisis ambiental es el signo de una nueva era histórica. Esta crisis civilizatoria es ante todo una crisis del conocimiento. La degradación ambiental es resultado de las formas de conocimiento a través de las cuales la humanidad ha construido el mundo y lo ha destruido por su pretensión de universalidad, generalidad y totalidad; por su objetivación y cosificación del mundo. La crisis ambiental no es una crisis ecológica generada por una historia natural. Más allá de la evolución de la materia desde el mundo cósmico hacia la organización viviente, de la emergencia del lenguaje y del orden simbólico, la materia y el ser se han complejizado por la reflexión del conocimiento sobre lo real. En nuestra proclamada sociedad del conocimiento, la ciencia avanza arrojando sombras sobre el entendimiento del mundo y subyugando saberes. La ciencia que pretendía aprehender la realidad ha intervenido al ser, culminando
en la tecnologización y la economización del mundo. La economía mecanicista y la racionalidad tecnológica han negado a la naturaleza; las aplicaciones del conocimiento fraccionado y de la tecnología productivista han generado la degradación entrópica del planeta, haciendo brotar la complejidad ambiental del efecto acumulativo de sus sinergias negativas. […]
 La crisis ambiental es la primera crisis global generada por el desconocimiento del conocimiento. El conocimiento científico, al fragmentarse analíticamente, separa lo que está articulado orgánicamente; sin intención expresa -sin saberlo- genera una sinergia negativa, un círculo vicioso de degradación ambiental que la ciencia ya no comprende ni contiene. Esa forma de conocimiento, que quiere aprehender a los entes en su objetividad, indagando sus esencias, ha construido un "objeto" complejo que ya no refleja la multicausalidad de los procesos que lo produjo. El transobjeto que genera esta transgénesis demanda un saber que desborda los marcos del conocimiento sistémico, el pensamiento ecologista y los métodos interdisciplinarios. El desarrollo del conocimiento no trasciende la ignorancia en una "dialéctica de la iluminación", sino que va generando sus propias sombras, sus áreas de desconocimiento, construyendo un objeto negro que ya no se refleja en los paradigmas de la ciencia normal. […] 
 El saber ambiental abre un diálogo entre modernidad y postmodernidad; entre logos científico, racionalidad económica y saberes populares; entre ética y conocimiento. El saber ambiental se mantiene fiel a su exterioridad y riguroso con su falta de conocimiento que lo anima a indagar desde todas las vertientes y el límite de lo pensado, sin por ello fundirse con una teoría general de sistemas, disolverse en un pensamiento holístico o integrarse en un paradigma científico interdisciplinario y una lógica formal. El saber ambiental se despliega conforme con su identidad de extranjero, de judío errante, de indio sin tierra, de pueblo sin dios; en su condición de saber subyugado amenazado de exterminio y de saber emancipador, libre de toda atadura; comprometido con la creatividad, con el deseo de saber, con el enigma de la existencia, con el insondable infinito, con la solidaridad humana y con el valor de vida. […] 
 El saber ambiental emerge desde el límite del pensamiento unidimensional, de la razón objetivadora y cosificadora. La epistemología ambiental se lanza a la aventura del pensamiento de la complejidad generando una visión sobre las relaciones entre procesos que supera al conocimiento orientado a establecer el vínculo entre cosas, hechos, datos, variables, factores y paradigmas científicos, al que accede separando al sujeto del objeto de conocimiento. La fenomenología de Husserl con la intencionalidad del ser y la ontología existencial de Heidegger desde el "ser en el mundo", rompen con el imaginario de la representación y con la ilusión de una ciencia capaz de extraerle a la facticidad de la realidad su transparencia y su verdad absoluta. La relación ética de otredad confronta al proyecto epistemológico que pone por encima la relación de identidad del concepto y la realidad, donde la experiencia humana queda subsumida a la aplicación práctica, instrumental y utilitarista del conocimiento objetivo. […]  
Vivimos un mundo sometido al poder del mercado, a una jaula de racionalidad y una razón de fuerza mayor ante la que se retrae el pensamiento, se disuelve el sentido y se paraliza la acción. Estamos sometidos a la racionalidad de un poder concentrador de la riqueza, generador de insustentabilidad y desigualdad. La inteligencia humana ha desencadenado el poder del átomo y ha invadido la vida haciendo posible la reproducción de lo uno, la clonación del ser. La transgénesis, la invasión tecnológica de la vida, nos enfrenta a incertidumbres y desafíos que no alcanzan a dilucidar ni la ética ni el conocimiento. El reclamo de autonomía y autogestión de la ciudadanía se plantean ante el fracaso del "Estado Benefactor" y del automatismo del mercado, que dejan a las poblaciones sujetadas, imposibilidades para autogestionar sus condiciones de existencia. Y al mismo tiempo, ese derecho de emancipación levanta la cabeza y da la cara en un mundo donde el poder institucionalizado se ha dislocado. Los demonios andan sueltos, los procesos económicos y tecnológicos se han desbordado y desbocado en sus inercias, aplastando toda capacidad para recomponer el mundo sobre la base de la racionalidad científica y económica. La confrontación de poderes se ha exacerbado hacia posiciones fundamentalistas y el uso de la fuerza poniendo en riesgo las normas mínimas de convivencia y democracia que tantos holocaustos, genocidios e injusticias ha costado a la humanidad. […]  
Navegar es preciso, vivir no es necesario, solía decir Fernando Pessoa, siguiendo a Nietzsche quien había escrito: "Es necesario navegar, dejando atrás las tierras y los puertos de nuestros padres y abuelos; nuestros barcos tienen que buscar la tierra de nuestros hijos y nietos, aún no vista, desconocida". Debemos pues aprender a escuchar armonías hasta ahora inaudibles en el estruendo de las fanfarrias de trompetas que no han cesado de anunciar la llegada del rey y el triunfo del poder; abrir nuestra razón y sensibilidades para dejar ser al ser, para abrir las puertas a un devenir, a un por-venir que no sea sólo la inercia de los procesos desencadenados por un mundo economizado y tecnologizado. […] 


Leff, E. (2006) Complejidad, racionalidad ambiental y Diálogo de saberes. Boletín del Ceneam, enero.
Accesible en: http://www.magrama.gob.es/es/ceneam/articulos-de-opinion/2006_01eleff_tcm7-53048.pdf. Consultado el 12 de diciembre de 2009.

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